Rusia no está procesando a periodistas estadounidenses. Los está tomando como rehenes.

El hecho de que Rusia haya juzgado en secreto a los periodistas Evan Gershkovich y Alsu Kurmasheva dice mucho sobre los cargos en su contra y sobre el sistema que llevó a cabo estos procedimientos. El cierre del juicio, en violación de los estándares básicos de derechos humanos internacionales, refleja la realidad de que el caso contra estos dos ciudadanos estadounidenses es fabricado y no podría resistir ni siquiera una exposición pública manipulada y limitada, la única que los medios de comunicación afines al Kremlin habrían permitido.

El régimen del presidente Vladimir Putin condenó al Sr. Gershkovich, quien es reportero del Wall Street Journal, por espionaje. Un tribunal en Yekaterimburgo lo sentenció a 16 años de prisión. El mismo día en que el Sr. Gershkovich recibió su veredicto, el 19 de julio, un tribunal en Kazán encontró culpable a la Sra. Kurmasheva, editora de Radio Free Europe/Radio Liberty, por insultar al ejército ruso. Su sentencia, que no se reveló hasta el lunes, fue de seis años y medio.

El Departamento de Estado designó al Sr. Gershkovich y al Sr. Whelan como detenidos injustamente, un estatus que eleva sus casos como un asunto de interés oficial de EE. UU. Debería hacer lo mismo por la Sra. Kurmasheva, y por el colaborador de Post Opinions y político de la oposición rusa Vladimir Kara-Murza. Este último, aunque es ciudadano ruso, es residente permanente legal de EE. UU. y está cumpliendo 25 años por "traición" al hablar en contra de la guerra de Putin.

Todos los mencionados anteriormente deberían ser liberados de inmediato. El periodismo, hacer preguntas, recopilar hechos, responsabilizar a los funcionarios, es un trabajo democrático esencial, no un crimen.